¿Doctor, por qué siempre estoy malo? 

Hubo un tiempo en que podía pasar meses y meses sin pisar el médico. Era joven y fuerte. Pero los años pasan y pesan y desde hace tiempo noto que muchas cosas cambian en mi cuerpo. Una de ellas es que me paso medio invierno y un cuarto de la primavera malo. Y algo del otoño y del verano también. Gripes por aquí, resfriados por allá. La industria de los pañuelos de usar y tirar me debe mucho, lo puedo asegurar.

¿Podría ser la alimentación? Mi madre siempre lo ha dicho: que hay que comer bien para estar sano. Toda la vida me ha dado recomendaciones: que no deje de cenar que hay que meter algo en el estómago, que muchas legumbres, que leche con calcio, etc. Bueno, uno siempre tiene tiempo para escuchar a una madre: otra cosa es lo que pase después. Y de un tiempo a esta parte no tengo mucho tiempo para cocinar.

Nadie me obliga ni nos obliga a ir corriendo de un lado a otro, pero parece que existe una especie de inercia, sobre todo en las grandes ciudades, para no parar ni un segundo. Y pese a que parece que la mayoría de la gente está concienciada para alimentarse mejor no lo hacemos porque antepones otras cuestiones: ya sea el trabajo, el ocio… o a los niños.

Sea como sea, yo siempre estoy enfermo. He probado con leche con calcio, con vitaminas, con homeopatía. Ahora en algunos médicos te recetan pastillas de algas y cosas así. También los tiempos están cambiando en la medicina familiar. Antes te recetaban lo más fuerte que tenían a mano para que no volvieras en una temporada: ahora te recetan hierbas, pero te siguen insinuando que no vuelvas en una buena temporada. 

Supongo que unos tenemos una salud más quebradiza que otros y que al final es cuestión de acostumbrarse. Yo llevo tres inviernos en los que, fácilmente, he pasado de cuatro a seis semanas más o menos enfermo. Y ya me hago la idea de que, en el futuro, por muchas vitaminas que tome, seguirá siendo así.

Productos que saben mejor según su origen

Hay lugares de España que son famosos por sus productos naturales. Todo el mundo habla de la famosa huerta valenciana, con sus sabrosas hortalizas que forman parte de la gastronomía de la zona o con sus naranjos, famosos en todo el mundo. O el jamón de Huelva, famoso por que los cerdos pueden recibir una alimentación adecuada para que la carne sea la más exquisita. Otro buen ejemplo de lo que contamos es la leche de galicia.

El clima de cada lugar determina que cultivos son mejores en cada zona. Y en los lugares en los que llueve en abundancia y la tierra es fértil la hierba crece durante todo el año. Y esto es exactamente lo que necesitan las vacas para poder alimentarse de forma natural. Cuando estos animales se alimentan al aire libre y de la forma tradicional, su leche tiene un sabor inconfundible que no se puede comparar al de los animales que pasan gran parte de su vida encerrados y se alimentan principalmente de piensos artificiales.

Por eso, esta leche es conocida en toda España y destaca por su gusto y también por sus cualidades. Y es que la alimentación natural y el cuidado tradicional de los animales garantiza que el producto va a contar con todas las vitaminas y minerales propios de la leche, sin perder cualidades. Los procesos de envasado en ningún caso son un problema ni deben de alterar el sabor de la bebida, por lo que cuando llega a casa debe tener el mismo gusto que recién ordeñada.

Hoy, sabemos que no se trata de producir más, sino de que los productos tengan una mejor calidad. Esta es la clave para poder competir en el mercado ya que el consumidor está concienciado y sabe que es preferible pagar lo justo por un producto y poder así tener algo bueno, sabroso y que realmente responda a sus exigencias.

Este es uno de los motivos por los que el etiquetado de cada producto es cada vez más exigente y en la mayoría ya se obliga a indicar cuál es el origen de este. Así, cuando tomamos leche, sabemos exactamente donde se produce, incluso la granja de la que procede. Y lo mismo sucede cuando compramos otro tipo de artículos en los que es muy importante saber de dónde vienen y no solo quién los envasa finalmente.

Lío en el supermercado 

Nunca os ha pasado que vais al supermercado específicamente a comprar una cosa, luego uno se lía y termina llenando la cesta y, al final, cuando llega a casa descubre que no ha traído justamente lo que iba a buscar. Mi mujer puso el grito en el cielo cuando descubrió que no había traído su Leche desnatada certificada. Es uno de sus productos básicos y yo lo sé de sobra así que no estaba la cosa como para discutir. Y no podía decirle “pues cómpralo tú”, porque estaba bastante más ocupada que yo ese día. 

Así que por la tarde, de camino al trabajo, busqué un súper donde comprarle su leche y asegurarme de que al menos la tuviera para la noche: siempre toma un café con leche por la noche… y tiene que ser certificada. Algunos días entresemana trabajo en el centro de la ciudad y ya no es una zona que controle mucho pero para eso está Google Maps, ¿no? Así que encontré un súper de la misma cadena en la que solemos comprar. Y allí me fui.

Pero claro, el centro no es nunca como los suburbios en una gran ciudad: el metro cuadrado vale mucho más y eso se nota también en los supermercados. Este no tiene nada que ver con el que hay donde yo vivo: es como comparar La Zarzuela como un apartamento de 35 metros cuadrados. Pero antes de volver por donde había entrado decidí recordar la razón que me había llevado hasta allí: la Leche desnatada certificada de mi mujer.

Recorrí los pasillos de aquí para allá y de allá para acá. Y nada, no había leche de ese tipo por ningún lado. Resulta que esa cadena de supermercados está especializada en productos certificados y ecológicos, por eso me extrañó no encontrarla. Pero siempre se puede preguntar, ¿no? Así que pregunté al cajero (único miembro del staff en el súper) por la leche certificada pero me dijo que creía que la habían quitado temporalmente para colocar productos navideños. Y entonces asumí que me tocaba entrar en casa con la cabeza gacha otra vez, aunque al menos está vez no fuera culpa mía.

Inviernos en casa 

Llega el invierno, llegan los virus. El primer año nos pilló de sorpresa, el segundo un poco menos, y el tercero… Aquí está. Nuestro hijo va la guardería ya que tanto yo como mi mujer trabajamos pero cuando está malo se tiene que quedar en casa y como yo soy el que trabaja en casa… Cada invierno mi hijo y yo estrechamos mucho los lazos: compartimos juegos, angustias, alegrías y mucho virus. En cuanto él se pone a toser ya sé lo que me espera a mí en un par de días. Y así pasamos buena parte del invierno: los dos juntos, enfermos y yo de “vacaciones”. Esa es mi conciliación laboral.

Esta semana el pobre ha tenido una indigestión en la guarde. Mira que le gusta la leche y los yogures. Pues al parecer vomitó justo después de comer el yogur en la guardería. Así que me lo he tenido que llevar a casa. Y por el camino que va, mañana tampoco irá a la guardería y yo me quedaré sin trabajar otro día más. Pero bueno, nadie me puse una pistola en la cabeza para tener un hijo, ¿o sí?

De todas formas, no creo que el problema haya tenido que ver directamente con el yogur ya que llevaba unos días bastante regular, pero no parecía que tuviese que ver con el estómago. De hecho, él estuvo bebiendo leche y comiendo los días anteriores con normalidad. que es la leche desnatada su alimento predilecto pueden dar fe en el supermercado donde traemos litros y litros todos los viernes, nuestro día oficial de compra. 

Nunca habíamos comprado tanta leche en mi casa. Yo hace años que no bebo leche. No es por cuestión de alergia ni nada, sino porque prefiero no tomarla. Tampoco es que sea vegano ni tengo nada en contra de los que toman comida procedente de animales, ni mucho menos la leche… ¡por la cuenta que me trae con mi hijo! 

Que es leche desnatada lo que más le gusta está claro pese a que lo recomendable sería que tomase leche entera al ser un niño, pero se acostumbró a la desnatada y ya no hay manera de cambiar.

¿Es posible quitarle la lactosa a la leche?

Cuando hablamos de leche entera sin lactosa, ¿a qué nos referimos exactamente? Para empezar, tenemos que saber que la lactosa es un tipo de azúcar que contiene la leche y que no es posible separar de la misma. Para entendernos, sería como intentar quitarle la vitamina C a una naranja. Sabiendo que no es posible aislar y retirar la lactosa, ¿cómo podemos hablar de leche deslactosada?

Cuando la leche llega a nuestro sistema digestivo hay una determinada enzima que es la que se encarga de descomponer la lactosa. Esa enzima digestiva se llama lactasa. Cuando la flora intestinal se debilita, es posible que el organismo deje de producir lactasa, lo que puede causar una intolerancia temporal. En ocasiones y por motivos diversos, el intestino deja de fabricar lactasa o la produce en una cantidad insuficiente, de forma permanente y hablamos de una intolerancia propiamente dicha.

Pero con el paso del tiempo, hemos sido capaces de sintetizar en laboratorio la lactasa y crear esta enzima de forma química. Añadiéndola a la leche se consigue que el proceso de descomposición de la lactosa en otros azúcares más fáciles de digerir que se llevaba a cabo en el estómago se produzca fuera, antes del proceso de envasado. Esta leche con lactasa añadida ya no contendría lactosa porque estaría descompuesta en otros azúcares. Gracias a eso, puede ser digerida por las personas con intolerancia.

No obstante, hay que tener en cuenta que la leche no tiene unos valores de lactosa constante y que la lactasa añadida siempre va a dejar un pequeño residuo de azúcar sin descomponer. Lo normal es que esto sea inferior a un 1% considerándose alimentos sin lactosa los que están por debajo de este valor. Las personas con una intolerancia muy extrema son las únicas que pueden resentirse con esta pequeña cantidad de lactosa, en cuyo caso deben de optar por no consumir lácteos en absoluto.

Muchas personas con intolerancia notan diferencias entre una marca de leche y otra. Lo habitual es que se encuentren mucho más cómodos con marcas conocidas que suelen ofrecer una leche de mayor calidad. La diferencia notada no es tanto en que la leche les produzca o no un malestar como en el hecho de la alteración del sabor, ya que algunas de estas leches sin lactosa, sobre todo las de marca blanca, tienen un gusto excesivamente dulce que no agrada a los consumidores.

Mejorar la vida de la gente 

Recientemente Central Lechera Asturiana recibió un importante premio dentro del marco de las distinciones a las 30 marcas mejor valoradas en España. El premio reconocía la labor de esta firma por mejorar la vida de la gente más allá del objetivo de venta. Sin duda, se trata de un gran reconocimiento que pone “cara” a una gran empresa. Y es que una de las mayores dificultades que se encuentran las grandes empresas en su relación con los clientes es mostrarse como algo más que una maquinaria de hacer dinero.

Por ello es tan importante transmitir una imagen de cercanía, de sostenibilidad, de respeto por el medio ambiente y de compromiso con valores, más allá del objetivo de obtener beneficio, objetivo legítimo pero que nunca debe ser el único.

Y es que los tiempos cambian y las exigencias de los consumidores también. Lo vemos si echamos un vistazo a centrallecheraasturiana.es Sus campañas publicitarias han girado en los últimos años en torno a explotar la imagen de naturalidad, tradición y compromiso con los ganaderos. La empresa asturiana es consciente de que cada vez se valora más el respeto por la naturaleza. Su nueva campaña “Mi prado es tu casa” sigue la línea de las anteriores campañas, situando a los productores como imagen de la firma, en vez de a los consumidores, como han hecho otras marcas también populares en el mercado español

Y más aún. Aunque el premio al que nos referíamos al principio reconoce la labor de la empresa por mejorar la vida de la gente, ya no se trata solo de gente, sino de seres vivos y medio ambiente. El bienestar animal es otra clave de las empresas de alimentación del siglo XXI. Aquellas que necesitan ingredientes o alimentos de origen animal para elaborar sus productos han recogido las exigencias de los consumidores que ya no toleran malas prácticas con respecto a los animales. 

Atrás queda el tiempo en el que comíamos sin preguntar nada acerca del proceso de producción. “No es asunto mío”, parecíamos pensar. Eso son cosas de las autoridades y las empresas. Pues no. Como se señala en centrallecheraasturiana.es el confort del ganado es asunto de todos.

La leche bio, la mejor opción para tu familia

La Leche semidesnatada BIO es la mejor opción para toda la familia. Para los niños es perfecta porque tiene un gran aporte de calcio, un sabor inmejorable y todas las propiedades de la leche de siempre, la más natural y la que procede de vacas que han pastado hierba. Les encantará su sabor y se adaptarán al verdadero paladar de la leche. Además, estarán tomando un producto con todas sus vitaminas.

Para los padres, esta leche es muy equilibrada, tiene los niveles justos de grasa y un sabor intenso y muy natural que es perfecto tanto cuando se bebe la leche sola como cuando se mezcla con el café, dándole a esta bebida cuerpo y haciendo que sea mucho más saciante. Un placer diario que no engorda y que les ayudará a llevar una dieta equilibrada y saludable.

Y para los abuelos, la leche bio no solo será saludable y les dará ese calcio que necesitan para que sus huesos se mantengan fuertes, sino que les hará volver a la infancia con ese sabor de leche de toda la vida que hacía mucho que no encontraban. Les encantará y les animará a incluir un poco más de leche en su dieta, ya que muchas personas al llegar a determinada edad dejan de tomarla pensando erróneamente que ya no es necesaria.

El motivo e que esta leche sea mejor que otras es que la leche bio procede, como hemos dicho, de vacas que pastan, pero también de animales que no sufren estrés porque se liberan en el campo durante varias horas al día y que no son sometidos a una sobreexplotación cruel. Está demostrado que las vacas estresadas dan leche de peor calidad, con menos nutrientes y que tiene también un sabor ligeramente diferente.

Estos cuidados del animal se traducen en vacas felices, bien tratadas y en las mejores condiciones. Vacas que no son medicadas con antibióticos de manera preventiva y que enferman mucho menos porque llevan una vida mucho más acorde con sus necesidades.

El sabor y la calidad de esta leche están muy por encima de la media, mientras que su precio, siendo ligeramente más caro, solo supera en unos céntimos el de otras marcas conocidas que no son ecológicas. ¿No vale la pena pagar unos céntimos más por un producto de gran calidad y que además respeta a los animales?

¿Qué aportan los lácteos en tu dieta?

Todos conocemos la importancia de los lácteos como aporte de calcio para la dieta. Tomar dos vasos de leche de calidad como la central lechera asturiana garantiza el aporte de calcio que se necesita a través de la leche. Hasta ahora, pensábamos que el calcio procedente de los lácteos era el mejor porque era el que se asimilaba de manera más efectiva. Sin embargo, ahora no todos los expertos están de acuerdo en ello y muchos nutricionistas afirman que hay formas de consumir el calcio tanto o más efectivas que con la leche.

Pero en lo que no parece haber discusión es en la calidad de las proteínas de los lácteos. Se consideran las mejores tras las de los huevos y por eso mismo en las dietas proteicas los lácteos juegan un papel muy importante, llegado a consumirse hasta un litro o kilo de los mismos cada día. La grasa, sin embargo, también es polémica ya que tras tantos años en los que se nos han recomendado los lácteos desnatados ahora los médicos han cambiado de idea.

Evidentemente, el cambio de idea no es fortuito, sino que es fruto de estudios y de investigaciones de los cuales se deduce que las grasas saturadas de los lácteos no son malas para el corazón y por encima contribuyen a una mejor digestión y a que estos tengan mejores propiedades, por lo que siempre se debería de tomar la leche o los yogures en su versión entera.

La diferencia de calorías entre un lácteo desnatado y uno entero no son elevadas pero el entero tiene más vitaminas y, además, resulta mucho más saciante, por lo que al final se consume menos cantidad y, por tanto, todo quedaría compensado. Cuanto más se sabe de las grasas más podemos elegir cuáles tomar y cuáles no en lugar de demonizarlas todas por igual tal como se venía haciendo hasta ahora.

¿Quiere decir todo lo anteriormente expuesto que los lácteos son imprescindibles en la dieta? No, se puede llevar una dieta saludable sin lácteos, tal como hacen muchas personas alérgicas, que no intolerantes. Pero ¿por qué prescindir de un alimento con tantos beneficios si no hay una razón de peso para hacerlo? Realmente, cuesta ver los motivos, sobre todo porque además estamos ante un alimento sabroso y que forma parte de muchas recetas que realizamos habitualmente, como las bechameles de las croquetas o los flanes y natillas.

La visita de mi madre

Aunque no soy una persona muy familiar, de vez en cuando hay que recibir visitas, ¿no? Hacía tiempo que mi madre no venía a casa y ya era hora, así que se quedó unas cuántas noches para ayudarnos con la casa y con el niño. Pero como el niño estuvo muy poco dócil, dedicamos el tiempo al noble arte de la cocina… del que me queda tanto que aprender.

Mi madre no es la mejor cocinera del universo, pero sabe mucho más que yo. Y decidimos empezar por el final: por los postres. Tanto ella como yo somos aficionados a la repostería: mi madre a hacerla y yo… a comérmela. Pero en esta ocasión, decidí prestar un poco de atención a algunas cosas.

Para empezar me enseñó como hacer nata para montar. A mi madre le encanta la nata y la usa en diferentes postres, así que estuvimos trabajando en ello para una tarta. También me enseñó cómo se hacen los frixuelos, una receta que ella domina a la perfección y que heredó de su madre. Claro, a mí me toca mantener la tradición, ¿no? En esta ocasión, yo fui quién manufacturó los frixuelos bajo la atenta mirada de mi madre. La próxima vez, a mí me tocará hacerlos sin supervisión.

Una vez que dejamos la repostería, pasamos a los platos principales. A mi mujer y a mí nos gusta comer bien como a todo el mundo, pero en esta fase de nuestras vidas tenemos todavía menos tiempo para cocinar que antes, así que debemos ser lo más prácticos posible sin que por ello comamos peor… o ese el plan que tenemos.

Así es que mi madre me enseñó varias claves del uso del horno, aparato que, hasta ahora, no le habíamos sabido sacar todo el partido. Yo soy fan del pescado al horno, así que me estuvo dando algunas indicaciones, aunque al final hicimos un pollo al horno al estilo del que solíamos comer en casa hace años. Aprendí a hacer dos platos por el precio de uno.

La visita de mi madre fue enjundiosa: me enseñó como hacer nata para montar, frixuelos, platos al horno, etc. La próxima vez que venga, tendré que currar solo en la cocina.

La crisis de la margarina

Pues ahora resulta que la margarina es lo peor de lo peor junto al aceite de palma y la leche. La alimentación cada vez se parece más a la moda textil, esto se lleva, esto no, y si una cosa no se lleva esta temporada, tal vez sea tendencia el verano que viene: si hace unos años la mantequilla estuvo denostada y nadie en su sano juicio la comía por la cantidad de colesterol que tenía, pues ahora resulta que tampoco es para tanto y que quien realmente debe ser eliminada de nuestra nevera es la margarina. ¡Nos van a volver locos!

El problema que yo veo con todo esto es que no sabes a quién creer porque existen pocos expertos reales y mucho gurú que no tiene ni idea. Y eso sin contar con todos los opinadores interesados. Es lo que sucede con la moda de la comida ecológica: mucha gente confía en ella porque es más sana, dicen, aunque no existen datos científicos concluyentes de que los productos ecológicos sean mejores (ni peores) que el resto.

El otro día leí un artículo en el que un profesor de biotecnología de una Universidad afirmaba que buena parte de los productos ecológicos no eran más que un timo que hinchaban los precios sin ninguna justificación amparándose en ese halo de ser más saludable que los demás cuando no existe ningún estudio que lo justifique.

El otro día, en el supermercado, mi mujer empezó a buscar mantequilla. Yo le pregunté si no prefería margarina que se unta mejor, (y ella adora las tostadas con margarina) pero me dijo que no: “la margarina lleva aceite de palma y grasa trans”. Así compró un paquete de mantequilla, pero como se unta muy mal, ahí sigue en la nevera, y me parece a mí que seguirá ahí hasta que caduque.

Yo tengo pocas esperanzas sobre la industria alimentaria, hay tantos intereses, tantos lobbys, (el lobby pro aceite de palma, el lobby anti aceite de palma, etc.) que, al final, el consumidor está desprotegido porque no sabe a qué atenerse. ¿Y qué nos queda? Tener una granja y un huerto y adiós a la civilización.