Razones para visitar una bodega vinícola

La bodega está en el seno de la explotación vinícola, siendo la ‘casa’ donde se guardan y conservan barricas y cubas para el almacenaje y envejecimiento de este preciado licor. El auge del enoturismo ha traído consigo un interés general por descubrir las mejores visitas bodegas rias baixas, Monterrei, Rioja, etcétera, en prueba de la fascinación que despierta esta bebida milenaria en gourmets y aficionados.

Una razón de peso para decir que sí a las visitas guiadas por bodegas es la oportunidad de participar en catas de barricas. Es toda una experiencia asistir a la apertura de este recipiente y recibir el honor de ser el primero o uno de los primeros en degustar su contenido.

Aunque no todas las catas se realizan directamente de la barrica o la cuba, es común que los visitantes tengan el placer de catar el vino in situ, en su misma cuna.

Tampoco es extraño que la visita se complemente con un taller de catas, donde un enólogo u otro miembro de la explotación vinícola imparte una clase maestra sobre el arte de saborear este licor derivado de la uva exprimida.

Además, esta experiencia turística es una forma de entrar en relaciones con profesionales y expertos del mundillo. Incluso el aficionado casual acumula a lo largo de su vida multitud de dudas en entorno a la cosecha, la elaboración y otros procesos de la vitivinicultura; estas inquietudes pueden ser satisfechas al visitar una bodega y preguntar vis a vis a los responsables de su botella favorita.

Los tours por bodegas dan pie a diversas actividades relacionadas con el mundo del vino, como el maridaje de vinos y productos locales o la exploración de museos y galerías situadas dentro o cerca de la explotación (así ocurre en Bodegas Irache, por ejemplo). Recorrer los alrededores de la bodega puede constituir, en sí misma, una aventura, como sucede en Pazo Baión.

Principales bodegas de albariño para hacer enoturismo

Con una vasta superficie de su territorio destinada al cultivo de la vid, España es uno de sus destinos más populares para los entusiastas del enoturismo. Debido a la fama de la uva blanca por excelencia, el albariño, las bodegas vinculadas a esta cepa pontevedresa reciben cada vez más afluencia turística.

 

Quienes deciden hacer una visita bodega albariño, encontrarán razones de peso para comenzar por Lagar de Costa, una bodega familiar situada en las Rías Baixas. Nueva de cada diez botellas que llevan su sello se elaboran con uvas provenientes de las vides de esta bodega, que invita a disfrutar de sus albariños a través de catas y tours guiados.

 

Otra experiencia memorable depara a los visitantes de Pazo Baión, una de las bodegas emblema de Galicia, que se asienta sobre una finca cuyos propietarios originarios ya cultivaban la vid hacia el año 1730, nada menos. Sus edificaciones datan del siglo XV, y disponen de herramientas y objetos de interés histórico-cultural que no decepcionarán al turista.

 

De menor tradición pero con idéntico valor vinícola, la bodega Martín Códax dispone de numerosas experiencias de enoturismo, idóneas para recorrer las parcelas, degustar su catálogo de albariños y aprender todo acerca de la elaboración de este caldo milenario.

 

Otra de las bodegas más importantes de Galicia, fuertemente ligada a la elaboración de vinos de uva albariño, es Granbazán. Se ubica en el Valle del Salnés, y como las anteriores, posee un rico patrimonio en forma de chateaux, viñedos y recintos destinados a la cata. Todos sus vinos ostentan la D.O. Rías Baixas y poseen una marcada personalidad.

 

En último término, las bodegas La Val comprenden una treintena de hectáreas en la desembocadura del río Miño. Su carta de vinos cuenta con la D.O. Rías Baixas, y pueden degustarse como parte de las experiencias de enoturismo ofrecidas por la empresa fundada por José Limeres Guille.

Galicia, riqueza gastronómica y también vinícola

Galicia es conocida por la riqueza de su mesa. Son muchos los manjares típicos que, dependiendo de la época del año, se pueden saborear en todo su esplendor. Los mariscos son, tal vez, los más conocidos. Pero no son los únicos placeres en la mesa gallega. En general, todos los productos del mar gozan de una gran calidad y se preparan muy bien en cualquier restaurante, desde los pescados hasta el famoso pulpo, pero también erizos de mar o incluso huevas de pescados variados.

Si el mar da delicias, no da menos el campo, con una huerta que no tiene nada que envidiar a la de cualquier otro lugar de España. Los famosos grelos, típicos de los cocidos de carnaval que tanta tradición tienen en toda Galicia, la calidad de las patatas o los repollos y verduras para el caldo son solo algunos ejemplos de productos autóctonos con calidad extra.

Por supuesto, las carnes son también de primera. La ternera gallega es una raza reconocida que ofrece una carne excelente para cualquier preparación, tierna, con el toque justo de grasa y con un sabor que solo se consigue cuando los animales pueden pastar en prados tan verdes como los que hay en esta tierra. En cuanto al cerdo, en esta región hay mucha tradición en su cría. Destacan sobre todo los que se han criado comiendo castaña, un producto muy típico también de Galicia y que le da a la carne de este animal un toque muy especial. Pollos y capones son también deliciosos, sobre todo los que se crían de manera tradicional.

Y si algo son los gallegos es “larpeiros” (golosos) por eso cuentan con una amplia gama de postres de todo tipo. Las cañas fritas rellenas de crema de Carballiño, la torta de maíz de Guitiriz, las orejas de carnaval, las filloas de sangre, los freixós dulces de anís, las bollas de patrón o la tarta de Santiago son solo una pequeña muestra de todo lo que se puede degustar para acabar una buena comida de la mejor forma.

Por supuesto, toda esta comida de calidad sabe mejor regada con los mejores vinos gallegos con denominación de origen, como los de las bodegas rias baixas más conocidas, que producen el vino albariño. Pero no es la única denominación famosa. En Galicia hay vinos estupendos, tanto blancos como tintos. Y, por supuesto, aguardientes y licores para alargar la sobremesa tanto como se desee.

¿Por qué triunfa el albariño en verano?

El vino con denominación de origen albariño es uno de los más conocidos de los blancos gallegos, con permiso del ribeiro. Tiene mucho éxito durante todo el año pero en verano, sin duda, triunfa como pocos. Y las razones se pueden resumir en tres: el frescor, el sabor afrutado y lo fácil que resulta de combinar.

El albariño es un vino que se sirve muy frío. Esto hace que entre muy bien en los días de calor. Tanto es así que muchos avisan de que puede resultar un poco traicionero ya que “se cuela solo” y para cuando queremos darnos cuenta, ya se notan sus efectos. Esto se nota especialmente cuando se consume sin comida, a modo de aperitivo o por la tarde noche, en una salida de vinos antes de cenar.

El sabor del albariño es muy característico y, aunque es un caldo con una gran personalidad, tiene un sabor agradable y afrutado que hace que guste a un gran abanico de gente. Se dice que los vinos blancos son los favoritos de las mujeres, pero el albariño gusta por igual a unos y a otras y siempre es un buen momento para tomarse una copa fresca.

Las características de este vino hacen que marine muy bien con prácticamente cualquier tipo de comida. Es fantástico para los pescados o los mariscos, pero también puede acompañar a unas tapas en un bar o cualquier comida casera.

Es un vino que, con mucha frecuencia, se sirve en los llamados “furanchos”. Los furanchos tienen su origen en la costumbre que había hace muchos años de que durante el mes de agosto, las casas en las que se hace vino abrieran las puertas de sus fincas a visitantes que llegaban con sus manteles y sus comidas a disfrutar de un día de campo. A cambio, compraban a los dueños el vino que quedaba en sus barriles, permitiéndoles acabar los excedentes de ese año y liberar las barricas para los vinos de las uvas que comienzan a recogerse en septiembre.

Actualmente, estas casas particulares además de vender el vino cocinan algunas tapas tradicionales y la gente acude a cenar y disfrutar de la bebida, sobre todo de un buen albariño de casa que sabe a gloria en las noches de verano acompañado de unas tortillas, unos pimientos de padrón o un poco de raxo adobado.