Mi Búsqueda de una Farmacia Abierta

Era una noche oscura y algo fría en Silleda, un pintoresco pueblo que decidí visitar impulsivamente durante mis vacaciones. La tranquilidad del lugar era exactamente lo que buscaba, hasta que una pequeña urgencia me puso en una situación un tanto cómica. Me encontraba en la necesidad de encontrar una farmacia abierta en Silleda a altas horas de la noche, sin conocer el pueblo y con mi teléfono móvil a punto de quedarse sin batería. Lo que parecía ser una simple búsqueda se convirtió en una aventura que no olvidaré.

Confiado en mi intuición y en las pocas indicaciones de los amables pero escasos transeúntes, me aventuré por las calles empedradas en busca de la farmacia abierta. Las luces de los faroles iluminaban mi camino, creando sombras que parecían cobrar vida propia. «Debe haber una farmacia de turno por aquí», pensé, mientras evocaba imágenes de mi abuela diciendo que siempre hay una luz de esperanza en cada esquina.

Mi primer intento me llevó a la puerta de una tienda que, aunque estaba iluminada, resultó ser una panadería que preparaba los panes para el día siguiente. El amable panadero, al ver mi confusión, solo pudo ofrecerme un croissant y una sonrisa, diciendo que quizás el destino quería que cenara antes de continuar mi búsqueda. Agradecido pero aún en mi misión, seguí adelante, pensando que al menos el camino se había endulzado.

A medida que caminaba, mi situación comenzó a parecerme más divertida que preocupante. Me imaginé siendo el protagonista de una historia que contar en futuras reuniones, «La odisea de encontrar una farmacia abierta en Silleda a medianoche». Cada esquina que doblaba, cada callejón que exploraba, añadía un capítulo más a mi aventura nocturna.

Finalmente, cuando estaba a punto de rendirme a la idea de volver a mi alojamiento sin haber logrado mi objetivo, vi algo que parecía un espejismo: una cruz verde parpadeando a lo lejos. Con renovado entusiasmo, apuré el paso, cruzando la plaza principal del pueblo, donde una estatua me miraba como si conociera el final de mi historia.

Al llegar, descubrí que, efectivamente, había encontrado la farmacia abierta en Silleda. El farmacéutico, al ver mi expresión de alivio mezclada con sorpresa, no pudo evitar sonreír. Le conté brevemente mi peripecia y él, a cambio, compartió historias de otros viajeros que, como yo, habían terminado en su farmacia en circunstancias inesperadas.

Lo que había empezado como una búsqueda frenética se convirtió en una noche llena de encuentros casuales y conversaciones amistosas. La farmacia no solo me proveyó lo que necesitaba en términos materiales, sino que también me ofreció una experiencia humana y cálida, recordándome que, a veces, es en los momentos más inesperados donde encontramos las historias más memorables.

Al salir de la farmacia, con mi objetivo cumplido y mi teléfono finalmente apagado, no pude evitar sonreír al cielo estrellado. Silleda, con su encanto nocturno y sus amables habitantes, me había regalado una aventura inolvidable, demostrando que, incluso en la búsqueda más trivial, hay espacio para la magia y el descubrimiento. Y aunque mi visita fue breve, el recuerdo de esa noche insólita en búsqueda de una farmacia abierta permanecerá conmigo, como un recordatorio de que las mejores historias a menudo comienzan con los giros más inesperados.