La segunda vida de mis electrodomésticos tiene acento pontevedrés

Vivimos en una era de usar y tirar, una vorágine de consumo que nos empuja a reemplazar en lugar de reparar. Sin embargo, en mi casa, los electrodomésticos son parte de la familia. El microondas que ha calentado incontables desayunos, la lavadora que ha lidiado con las manchas más inverosímiles de la ropa de mis hijos y el viejo aspirador que ha recorrido cada rincón de nuestro hogar. Por eso, cuando una mañana, en una especie de rebelión coordinada, el microondas se negó a calentar y la lavadora decidió iniciar un boicot ruidoso, sentí un pequeño pánico.

La idea de tener que buscar, comparar y comprar nuevos aparatos, con el desembolso económico y el trastorno que eso conlleva, me abrumaba. Fue entonces cuando un amigo me habló de un Servicio de Asistencia Técnica (SAT) en Pontevedra al que solía llevar sus propios aparatos. «Antes de darlos por muertos, llévalos allí. Son profesionales y honestos», me recomendó. Con más escepticismo que fe, cargué mis «pacientes» en el coche y puse rumbo a la ciudad del Lérez.

Desde el primer momento, mi experiencia en SAT electrodomesticos en Pontevedra fue sorprendentemente positiva. Lejos de la frialdad que a veces se encuentra en los servicios técnicos, me atendió una persona amable que escuchó con paciencia la «sintomatología» de mis aparatos. Revisó el microondas y la lavadora con una pericia que denotaba años de experiencia. Me explicó de manera clara y concisa cuál era el problema en cada caso: una pieza desgastada en el microondas y un fallo en la correa de la lavadora.

Me ofrecieron un presupuesto detallado y razonable, muy por debajo de lo que me habría costado un electrodoméstico nuevo. Decidí darles una oportunidad y, en pocos días, me llamaron para decirme que mis aparatos estaban listos. Al recogerlos, no solo funcionaban a la perfección, sino que me dieron algunos consejos de mantenimiento para alargar su vida útil.

Esa visita a Pontevedra no solo me ahorró dinero, sino que también me hizo reflexionar. En un mundo que nos incita a la sustitución constante, encontrar artesanos de lo cotidiano, profesionales que devuelven la vida a los objetos que nos rodean, es un verdadero tesoro. Mis electrodomésticos no eran basura, solo necesitaban unas manos expertas que supieran cuidarlos. Y esas manos las encontré en un taller de Pontevedra.